Vaya explosión que ha habido en cuestión de ‘promotores’ e ‘impulsores’ de la escena independiente en los pasados años. Ahora si no traes una banda al país, descubres el próximo nuevo madrazo o tienes EL evento para este fin de semana estás enterrado. No cumplir con las expectativas de los hipsters se convierte en un pecado imperdonable.
Antes bastaba con escribir sobre alguien interesante en una revista o poner rolas chidas y distintas en el radio para comenzar a hacer ‘escena’.
Pero esa es harina de otro costal.
Me parece indignante la forma en la que traer conciertos se ha convertido en un pretexto para hacer billetes y no en una forma de difusión musical. Realizar un concierto es una actividad corporativa más que un esfuerzo por crear una cultura distinta e incluyente.
Claro que no podemos dejar a un lado la parte del negocio, sería fabuloso tener a unos cuantos mecenas que pagaran por que nosotros viéramos a nuestras bandas favoritas en vivo. Pero una cosa es hacer un negocio porque te interesa hincharte de varo los calzones y otra es la promoción de eventos culturales y de paso ganarte una lana por tu esfuerzo.
Y todo esto viene al caso por la forma en la que nos sentimos varios con respecto a la ‘conciertitis’ que vive la ciudad. Al menos yo ya no disfruto de ir a conciertos todas las semanas. Ya no saben ni a quién traer, pero cada dos semanas viene “EL EVENTO” que es igualito al pasado, con bandas igualmente insignificantes. Son fiestas con pretexto de conciertos, reuniones sociales que alimentan de palomitas a las listas de ‘bandas que HAY que ver’ de hipsters que consumen sin cuestionar.
Está bien que exista una ‘escena’, pero ¿en realidad valoramos todo lo que se presenta en los múltiples foros de esta ciudad? o lo que realmente estamos haciendo es consumir sin cuestionarnos de qué se trata el evento al que vamos.
Peor aun, cuando vienen bandas de mucho jale entre el público, los promotores enemigos ponen otro evento igual o más cabron unos días antes o después para que tengas que elegir. Eso si tienes suerte y no te lo ponen el mismo día como ha pasado en varias ocasiones. Hasta la mafia es más civilizada en ese sentido. Si van a hacer negocio con nuestros gustos musicales, que al menos se pongan de acuerdo para que todos ganen, que se sienten en una mesa y discutan lo que van a hacer. Pero lo que yo veo son prácticas monopólicas, es jugar a la mala, todos contra todos. Chingarse al otro a la mexicana, para que existan tres personas encargadas de decirnos qué ver, qué escuchar y a fijarle un precio.
¿Qué no estamos todos en el mismo canal? ¿A poco no escuchamos a x o y banda porque ya tenemos suficiente con el plástico de la “otra música”? ¿Qué no la naturaleza del rock es anti-establishment?
Me encanta escuchar cómo critican al mundo de la música “comercial” (toda la música es comercial, a menos que la regales y que toques gratis) y al mismo tiempo son parte de lo mismo. ¿O a poco no el negocio chingativo entre Televisa y TV Azteca se parece un poquito a lo que están haciendo CIE y otros promotores?
México es uno de los países en donde las bandas cobran más, porque el negocio ambicioso y egoísta de los promotores infla el precio de éstas.
Y entonces ya no tenemos conciertos, tenemos fiestas venidas a más, festivales pinches apoyados por marcas y carteles sin congruencia alguna, eventos en donde lo último que importa es la música. Música en vivo en lugares deplorables, precios elevadísimos en los boletos, y alimentos (que por cierto son chafísimas), tocadas por compromiso. La música que me gusta se ha convertido en un pretexto corporativo, en una forma de hacer dinero indiscriminadamente, la feria del inversionista y el regocijo del mercadólogo. Al que intenta hacer algo distinto, lo sabotean. Al que le apuesta a la música y no a otra cosa, lo chingan durísimo sin cuestionar la verdadera razón de esos eventos. (¿O no, Colmena?)
Y todos los fines de semana me preguntan: ¿vas a ir al concierto de (inserte nombre de banda idéntica a la del concierto de la semana pasada)? Y a menos de que realmente vaya a escuchar a la banda que quiero ver en vivo, o de que se trate de un gran espectáculo, o de plano una fiesta sumamente divertida, les digo que no.
Prefiero quedarme en mi casa escuchando el disco de una banda que sí me gusta.