Roger Waters, millones de veces

April 30, 2012

Pocas veces nos damos el tiempo de escuchar música. Casi nunca es apto el momento para dejar que los impulsos que captan nuestros oídos hagan magia con nuestras neuronas, y así podamos interpretar las notas, los silencios, los espacios o las letras que los compositores idearon para que su obra sonara como debía. Esos momentos nos pueden cambiar la percepción de las situaciones, y en ocasiones contadas, la vida. La primera vez que a mi me ocurrió algo así fue escuchando “Comfortably Numb”, con un par de desconocidos en una aventura de experimentación adolescente. Mi vida cambió para siempre, y ese momento quedó grabado en un lugar increíble de mi memoria. 

 

Más de diez años después, ese espacio se redimensiona y adquiere otra proporción cuando miles de voces cantan la misma canción. Probablemente a la gran mayoría le pasó algo similar a mí. Un estadio lleno, canciones que nos sabíamos de memoria, lágrimas, asombro: ese gran lugar común. La escena coming to age para más de una generación. El disco sobado que hace treinta años ya había sido digerido por los “conocedores”, volvió a cumplir su cometido frente a una multitud. Roger Waters nos volvió a incomodar, de la misma forma que hace casi cuarenta cuando berreaba frente al micrófono en es desgarrador grito de “Careful With That Axe, Eugene”. 

 

Desde las estrellas y lo que existe más allá de nuestro conocimiento, los estragos de la guerra y las atrocidades que provoca el poder, hasta lo más íntimo y desgarrador de nuestra soledad en una civilización que nos obliga a pertenecer a una forma de vivir para sobrevivir, la música de Pink Floyd y Roger Waters no deja de ser vigente. Y es preocupante. Nada tiene que ver con que los “pegados” seguimos tratando de hacernos un espacio dentro de la cotidianidad para escuchar discos completos de Pink Floyd, sino con que el mundo sigue igual. Y no necesitamos que venga a nuestro país un rockero legendario para darnos cuenta. ¿O sí?

 

Entonces, cuando por fin la tecnología y la fama permiten poner en escena una obra tan ambiciosa como The Wall, el mensaje se unifica, al menos desde la postura del canoso Waters. ¿En verdad “Young Lust” trata de mujeres curvilíneas bailando provocativamente en tonos rojos? ¿Será que para todos, “Mother” es un tema político? (Pareciera que así fue, cuando apareció un letrero que decía “Estamos hasta la madre” en el gigantesco muro montado en el Foro Sol.) Cuando presentó el mismo disco en Berlín, una “combatiente” Cindy Lauper se arrastraba por los suelos pidiéndole al sistema educativo (del primer mundo) un poco de libertad, y los Scorpions esperaban a los gusanos, celebrando la caída de otro muro. El significado no es el mismo, a pesar de que las letras y la música sí. 

 

Poner a una banda tocando detrás de un muro gigantesco, es dejar que la música hable por sí misma. Ocurrió sólo en un momento, cuando le tocaba el turno a “Hey You”. La canción termina con la frase más poderosa todo la obra: «Together we stand / Divided we fall». 60,000 personas juntas, cantando las mismas canciones, viendo las mismas imágenes, leyendo las mismas consignas pintadas en un gigantesco cerdo volador. Al final: cada quién piensa y vive lo que sus neuronas le permiten. Hay más de un millón de Roger Waters, y todos permanecerán en la cabeza de quienes lo han escuchado con atención, al menos una vez. Vaya que necesitamos recordarlo de vez en cuando. 

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Metallica & Me

June 10, 2009

Una pregunta respondida por Kirk Hammet y un pequeño momento con James Hetfield terminaron siendo fácilmente reemplazadas por tres noches de intensidad absoluta. (Inclusive mejor que el sexo.) De los mejores fines de semana de mi vida.

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¡Olé, olé, olé Me-ta-lli-ca!

(reseña para Ibero 90.9)

La agónica espera de diez años terminó cuando por fin se apagaron las luces en el Foro. “The Ecstasy of Gold” de Ennio Morricone ahora apoyada por los visuales de El bueno, el malo y el feo en pantallas. Mítica, espectacular y obligatoria para los reyes de la anticipación. Y después, un latido de corazón sincronizaba los pulsos de las más de cincuenta mil personas que se reunieron para darles de nuevo la bienvenida a los harvesters of sorrow. Lo que sucede después es poco claro para explicarlo por completo con palabras.

Nadie, absolutamente nadie conoce a Metallica si no los ha visto en vivo, de menos en un VHS viejito. Esa fue la razón por la que se hicieron grandes, por la que cambiaron su sonido a principios de los noventa. Bob Rock quería hacer un disco que sonara como si estuvieran tocando en vivo. De ahí (y de sangrientas horas de repetir obsesivamente riffs y solos de guitarra en el estudio) surge el Black Album y el sonido que le cambió la cara a la música popular de por vida. Ni el más escéptico, ni el detractor más grande de la banda puede negarlo. Metallica es ENORME cuando se presenta en vivo.

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Hetfield